Aquel día, en la biblioteca, a Caperucita Roja se la notaba nerviosa. Iba y venía con la canasta de un lado para otro. No podía quedarse quieta. Es que nunca hasta entonces había podido festejar su cumpleaños. Festejarlo de verdad, con una fiesta en la que todos le cantaran “¡Que los cumplas feliz! ¡Que los cumplas feliz!”, mientras ella soplaba las velitas y abría los regalos…No, jamás había podido hacer eso.
Y es que ¿para qué iba a hacer una fiesta, si NADIE-NADIE-NADIE iba a poder asistir?
Porque todos aquellos a los que Caperucita quería invitar tenían problemas. Para empezar, su abuelita siempre estaba enferma, en cama. Ni hablar de Blancanieves, que andaba más muerta que viva porque se la pasaba comiendo manzanas envenenadas. O de la Bella Durmiente que dos por tres se pinchaba el dedo con una aguja y dormía más o menos unos cien años. O de la Cenicienta que se disculpaba porque no había terminado de limpiar la casa o no tenía qué ponerse, hasta que llegara el Hada Madrina. O de Gretel que seguía perdida con su hermano Hansel. Que no puedo porque justo tengo que ir a besar un sapo para que se convierta en príncipe, que estoy prisionera en una torre custodiada por un dragón, que me hechizó una bruja… Excusas. Todos ponían excusas y Caperucita se quedaba sin fiesta.
Pero esta vez las cosas eran distintas. Caperucita había planeado esto en cada uno de los trescientos cuarenta y siete mil novecientos doce viajes que había hecho por el bosque para llevarle comida a su abuelita. Y estaba segura de que su idea no podía fallar. Pero igual estaba nerviosa. Miraba el reloj que estaba en la pared a cada rato. Cinco menos veinte, cinco menos cuarto, cinco menos diez…
Faltaban unos minutos todavía. Porque en la tarjetita Caperucita había puesto bien claro:
Te espero el próximo
sábado a las 17 horas en la
biblioteca, para festejar mi
cumpleaños. No faltes.
Sobre la mesa estaba la torta que le había preparado su mamá. Con mucha crema y con frutillas. sábado a las 17 horas en la
biblioteca, para festejar mi
cumpleaños. No faltes.
Exactamente a las cinco, golpearon TOC-TOC a la puerta.
Emocionada, Caperucita se acomodó la caperuza roja y fue a abrir.
—¡Feliz cumpleaños! —le gritaron las madrastas de Blancanieves y de Cenicienta, el Hada mala que había hechizado a la Bella Durmiente, un par de Brujas, ocho Ogros, un Dragón…
No faltó nadie. Ni el lobo, que llegó un poco más tarde y le trajo de regalo un ramito de flores del bosque.
FIN
Texto: ©Liliana Cinetto
Ilustraciones: ©Los Kape y Luz 2 - Áreas Integradas
Pensado para el aula - Kapeluz/Norma
Ilustraciones: ©Los Kape y Luz 2 - Áreas Integradas
Pensado para el aula - Kapeluz/Norma
En: Cuentos locos para leer poco a poco
Textos de Liliana Cinetto e ilustraciones de Carolina Farías
Kapelusz Editora, Norma, Colección Torre de Papel Roja
Una bruja a la que le fallan los hechizos, un príncipe caprichoso, un dragón que se queda sin fuego, un gato con pesadillas, un gallo que pierde el sol, una caperucita que cumple años y otros cuentos disparatados. Se recomienda leerlos de a poco porque provocan muchas carcajadas.
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