Había una vez un señor y una señora invisibles. También una linda nena invisible. En suma: una familia.
Vivían en Boulogne. Apenas llegaron al barrio, los vecinos tuvieron que acostumbrarse a algunas cosas que eran raras sólo en apariencia: la máquina de cortar el pasto funcionaba sola; la bicicleta se mantenía parada en medio de la vereda. Todo el mundo reconocía a los invisibles por el perfume y por el perfume los saludaba en el barrio.
La familia tenía siempre un rico olor a talco de azucenas.
Cuando alguien olía venir las azucenas, saludaba hacía allí sin ninguna duda:
—Buenas tardes.
—Buenas tardes —respondía alguno de los invisibles: la mamá, el papá, la nena…
Cuando llegó el mes de septiembre, florecieron las azucenas en los jardines. Entonces hubo algunos días de confusión.
Sin querer, los vecinos dejaron de saludarlos. O saludaban al aire creyendo que los invisibles estaban allí.
Ni bien se dieron cuenta del error, reemplazaron discretamente sus azucenas por portulacas, que no huelen a nada.
Pero en marzo los vecinos notaron algo diferente.
Un cierto aroma a humedad, a zorrino joven, a pelele en día de estreno, a zoológico recién inaugurado, aleteaba por la vereda mezclado con el olor a talco de azucenas.
El barrio entendió enseguida.
Se alegraron mucho y felicitaron sinceramente a la familia.
El nuevo bebé invisible tomaba leche de una teta invisible, pero en todo lo demás era igual a los otros bebés.
FIN
Visto y leído en:
-Longseller Cuentos Tucán Clic1
-LOS PEQUES DE PRIMERITO
Ilustraciones: ©Longseller Cuentos Tucán Clic1
http://www.longseller.com.ar/cuentostucanclic1/
No hay comentarios:
Publicar un comentario